máxime teniendo lugar en pleno mes de julio a las cinco de la tarde. Esto parece corroborar toda la inquietud y descontento que se había pulsado, pero también revela una clara voluntad de pelear.

Valoramos el hecho de que los compañeros y compañeras asistentes se pronunciaran muy mayoritariamente a favor de una huelga. También es muy positivo que el resto de fuerzas sindicales manifestasen su voluntad inequívoca de movilizarse. Toca, entonces, redoblar esfuerzos para procurar una acción lo más unitaria posible.

Defendemos que en estas circunstancias tan graves, en que la salud de los trabajadores y trabajadoras de la enseñanza está en juego, el inicio de la huelga debería coincidir con la vuelta del alumnado a las aulas. De este modo, la acción tendría lugar en una fecha que suscita una importante atención mediática, con el profesorado interino ya en los centros y tras haber contado con los días previos para extender y debatir la iniciativa.

Por supuesto, todo lo referente a duración, reivindicaciones, e inicio es objeto de discusión, si eso puede servir para sumar a más integrantes. Pero también tenemos la experiencia de que si dilatamos tiempos y no se lanza el llamamiento en los primeros compases del curso, en las semanas siguientes es todo más difícil y se habrá perdido una buena ocasión para pararles los pies. Es un error que no estamos dispuestos a repetir. Mantendremos reuniones, de cuyas conclusiones se informará en la próxima asamblea, prevista para el día 29 de julio.

En el transcurso de la última asamblea, una compañera (estamos seguros de que sin ánimo de menospreciar a todas las personas que pedían huelga) alertaba del riesgo de que una huelga, sin la suficiente base, podrían apoyarla sólo cuatro gatos. Bien haría la Consejería en temer mucho esa posibilidad: es bien sabido que los dioses crearon a los gatos para que el ser humano pueda acariciar a un tigre. Y, por supuesto, seríamos mucho más que cuatro gatos.

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