calendario escolar

Desde STEM siempre hemos defendido un calendario escolar no dependiente de las festividades religiosas y que intercale, con regularidad, períodos lectivos con sus correspondientes días de descanso. Por ello, celebramos que haya comunidades, como es el caso de Cantabria, que se decidan a dar el paso de establecer calendarios escolares más racionales, siguiendo las pautas de los países del norte de Europa o de Francia. En este caso concreto, el curso escolar mantiene los actuales días lectivos, pero los distribuye en bimestres, de forma que por cada cinco semanas de actividad lectiva haya un día de vacaciones escolares.

Todos los países del norte de Europa tienen en vigor calendarios escolares que no adolecen de los problemas habituales en estos lares. Para empezar, no contemplan un parón al inicio de la primavera que varía cada año según las fechas de celebración de la Semana Santa (festividad que se rige por arcaicos calendarios lunares y que coincide con el primer plenilunio tras el equinoccio), de lo que derivan trimestres excepcionalmente largos o excepcionalmente cortos. Relacionado con el clima de cada territorio -aunque no es un condicionamiento inevitable-, esos países no tienen unas vacaciones veraniegas tan largas. Suele alegarse que una interrupción prolongada supone el olvido de bastantes contenidos y que cueste más recuperar los ritmos de trabajo.

Las festividades tradicionales, revestidas de su correspondiente barniz religioso, respondían a la lógica los ciclos naturales y las sociedades agrarias, pero apenas guardan relación con las realidades que vivimos. Consideramos que un modelo de distribución de los días lectivos más regular y equilibrado redundaría en beneficio del alumnado.

Una racionalización del calendario debería venir acompañada por:

  • El calendario de apertura de los centros docentes debe ser más amplio que el calendario lectivo. La degradación de las condiciones laborales y la ausencia de políticas de conciliación de vida laboral y familiar provocan serias dificultades a las familias en los períodos de vacaciones lectivas. Es necesario que los centros permanezcan abiertos en períodos no lectivos, ofertando actividades deportivas, culturales, recreativas o, simplemente, un espacio de reunión para los niños y jóvenes. También, y dentro del capítulo de políticas sociales, sería imprescindible que se mantuviera el servicio de comedor escolar.

 

  • Climatizar adecuadamente los recintos escolares. No se trata sólo de que se tuviera que albergar algún tipo de actividad durante el mes de julio, sino que, en bastantes días de mayo o junio, es complicado pedir concentración y trabajo a grupos de más de treinta alumnos que se apilan en aulas con temperaturas superiores a los 30 º C. Obviamente, no son las mejores condiciones ambientales para favorecer la salud y alcanzar ningún tipo de objetivo didáctico.

 

No compartimos la objeción de que un calendario escolar racional entorpecería las vacaciones de las familias. Las pautas en torno a las vacaciones han variado profundamente en las últimas décadas. El veraneo, entendido como desplazamiento de un mes o más en período estival, se ha convertido en una rareza o un privilegio. Según el INE, un 40 % de la población española no puede permitirse desplazamientos ni de una semana (1). Entre quienes sí pueden tomarse vacaciones, predominan los desplazamientos por tiempo inferior a una semana y, cada vez más, en temporada baja. Los cambios en la estructura familiar también han modificado los hábitos de desplazamiento para poder compartir tiempos de ocio con los progenitores. Ante realidades tan complejas, resulta falsa cualquier tipo de generalización.

Consideramos que el gran obstáculo para abordar estos cambios lo constituyen las presiones de la jerarquía católica. En unas sociedades secularizadas y multiculturales, la vida civil no puede seguir dictada por los rituales religiosos. Los asuntos de conciencia son plenamente respetables, pero las creencias deben regir los ámbitos privados, nunca el ámbito público (cuya organización descansa sobre acuerdos democráticamente adoptados por la colectividad).

Somos partidarios de que se abra este debate, que de ninguna manera es una pugna entre docentes y familias. El interés común de quienes defendemos la escuela pública es beneficiar al estudiante. A partir de esa base, es perfectamente posible considerar los intereses particulares y llegar a acuerdos que redunden en una mejora de la educación.

 

  • http://www.elmundo.es/sociedad/2016/05/24/57441c57ca4741426c8b45e