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Un islamista checheno decapitó al profesor de historia Samuel Paty por el hecho de  ejercer la docencia y tratar de instruir a sus alumnos en el hábito de pensar libremente. Creemos que se ha abierto una trinchera y que, en este pulso entre democracia y monoteísmo, no caben medias tintas.

Lo que los fanáticos llaman blasfemia jamás puede ser motivo de reproche en una sociedad democrática porque, desde la Ilustración, el hecho religioso concierne a los ámbitos particulares de los individuos. Los militantes islamistas son el equivalente actual del nazismo del siglo pasado. Sobre nuestro suelo, hace un siglo, ya sufrimos una Cruzada, que no fue sino una guerra contra la inteligencia.  Los fanáticos que llaman a la Yihad están hechos de la misma fibra que los requetés que sembraron las cunetas de maestros.

Francia encarnó un ideal republicano que siempre inspiró a los sectores democráticos españoles. La separación Iglesia y Estado se hizo efectiva con la Ley de 1905, una vez asentada la III República. Pero ningún derecho queda asentado sin gente dispuesta a luchar para defenderlo.  Bajo la ocupación nazi, el gobierno colaboracionista del Mariscal Petain restableció la enseñanza obligatoria de la Religión y solo tras la Liberación se ha disfrutado del más largo período en el que impera el principio de que las sociedades se rigen por los acuerdos de la ciudadanía, no por la creencia particular en mandatos de seres invisibles.

Francia se ha caracterizado por su modelo intercultural de integración de la ciudadanía. Los símbolos que unían eran de carácter laico; la Revolución de 1789, el J´Accuse de Zola durante el Affaire Dreyfus o la gesta de la Resistencia. Sólo el lepenismo antepone la figura de Santa Juana de Arco a todo lo anterior. El debate sobre los símbolos religiosos se reabrió en Francia a propósito del uso de los distintos tipos de velo por parte de ciudadanas musulmanas. Indudablemente, el velo se usa como símbolo de expresión de un problema social. Desde círculos postmodernos, se admite como elemento de identidad dentro de una sociedad multicultural. Por el contrario, desde las concepciones republicanas, el velo es un elemento de opresión hacia la mujer.  En un ejercicio de pragmatismo, la normativa estatal estableció que una indumentaria sólo atentaba contra la laicidad si se usaba de manera ostentosa y reivindicativa. Se pasaba la patata caliente a los centros pero, al menos, se defendía la seguridad de las mujeres musulmanas que no querían usar esa prenda .

La irrupción de los imanes tuvo su correlato en la aparición de un sector católico que demandaba enseñanza de religión en las escuelas como elemento de identidad propio -sector no mayoritario pero sí en crecimiento-. Los atentados contra Charlie Hebdó sembraron mucho miedo y, también, levantaron una suerte de autocensura, a causa de la cual se terminaba por criminalizar cualquier expresión  que pudiera levantar la ira de los creyentes, o se tildaba de islamofobia la crítica a esas concepciones políticas. .

Desde STEM, somos categóricos a la hora de defender el viejo ideal intercultural republicano. Remitir la expresión religiosa al ámbito de lo particular no es una persecución. El Islam es una de las muchas formas que hay de creer en los dioses y establecer unos mandatos éticos que rijan la vida de una persona; pero el islamismo es una facción política cuya plasmación supone borrar cualquier atisbo de pluralidad y emancipación de los individuos.   Como profesores, tenemos la responsabilidad de contar a la gente joven la gran mentira que es adoptar como banderas de rebeldía aquellas que promocionan multimillonarios, cuya vida no tiene nada que ver con la de un chaval de la banlieue (ya sea la Media Luna, ya sea la Esvástica).

Sería bueno también pedir responsabilidades a quienes están incubando el huevo de la serpiente. El Estado Español, empezando por su rey emérito, es un gran aliado y suministrador de armamento a Arabia Saudí, cuyos petrodólares se emplean, entre otros muchos fines, para dotar de clérigos wahabíes a la mezquita de la M30. Occidente ha impulsado grupos armados fundamentalistas para hostigar a sus rivales geopolíticos (como, si soltando una víbora en el jardín del vecino, tuvieras alguna garantía de que no te va a morder a tí).  Desde la dedicatoria del film Rambo III a los luchadores afganos por la libertad, tales como Bin Laden, el periodismo y la producción cultural han blanqueado muchas cosas que no se pueden blanquear. Eventos deportivos y publicidad de Emirtos absolutistas y teocráticos quedan en el capítulo de lo anecdótico.

Como muy bien escribía Ilya U. Topper, en la condena no caben los peros ni las equidistancias. Los moderados que defienden que el pecado debe ser también un delito, terminan señalando el blanco a quien empuñe la daga, la bomba o el arma de fuego.