Es1421ta crisis sanitaria ha exigido un tremendo sobre-esfuerzo a muchos colectivos y, entre ellos, a los trabajadores y trabajadoras de la enseñanza. Ha sido necesario dedicar buena parte de lo que, en condiciones normales, constituía nuestro tiempo libre para adquirir una formación acelerada en instrumentos digitales. El tiempo dedicado a la corrección de tareas, atención a alumnos y familias o realización de tareas burocráticas ha desbordado ampliamente la jornada legal de 37,5 horas semanales. La no cobertura de bajas de profesorado se ha traducido en que se atendían tareas estando enfermos, o bien, en que esas tareas se sumaban a las del resto de la plantilla. En bastantes casos, los medios creadores de opinión no sólo no han generado un reconocimiento social de todo ello sino, muy al contrario, han procurado invisibilizar todos aquellos aspectos de nuestro trabajo al margen de las clases presenciales, desde la tutorización a las tareas de evaluación o la docencia on line. La percepción entre algunos sectores oscila entre la idea de que la tecnología puede sustituir ventajosamente al profesorado, a la más descarnada de este año, los maestros están de vacaciones desde marzo.

Es buen momento para recalcar aspectos que, no por elementales, conviene olvidar. Que la tecnología nos brinda interesantes herramientas auxiliares para la docencia, pero no pueden suplir la docencia. Que la tele-enseñanza ahonda todas las brechas socioculturales en el seno del alumnado, no tanto por la cifra absoluta de quienes no tienen datos en el móvil, como por el hecho de que muchas familias no tienen el impulso ni las posibilidades de estar tirando todo el tiempo de un joven para que adquiera saberes. Que la imitación de ejemplos y la interacción entre múltiples individuos son elementos básicos del aprendizaje.

Cuando se escucha la frase Ya nada volverá a ser como antes en boca de políticos o economistas afectos al orden capitalista, entran escalofríos. La falsa certeza de que, en un futuro, nadie volverá a cuestionar la necesidad de servicios públicos universales, gratuitos y de calidad sólo puede asentarse sobre una flagrante ignorancia hacia las relaciones de poder existentes. De hecho, la Comunidad de Madrid ya ha empezado a despedir personal sanitario. Antes de la emergencia sanitaria, se percibía el riesgo de una recesión económica. Las semanas de confinamiento pueden suponer que la crisis sea tan aguda o más que la de 2007. Sabemos que eso se traduce en más desregulación laboral, descenso de salarios directos y ataques contra formas de salario indirecto (sanidad y educación públicas) o salario diferido (subsidios de desempleo, pensiones), mayor jerarquización social, aumento de las desigualdades y fuerte represión. Si nos vemos en ese escenario, la palabra solidaridad no va a significar que aceptemos la caída de nuestras condiciones de vida para mantener la tasa de beneficios de la clase dominante, sino nuestro apoyo a las formas de resistencia de las clases trabajadoras.

Desde el Sindicato de Trabajadores y Trabajadoras de la Enseñanza de Madrid, lamentamos que la Escuela Pública lleve más de una década sosteniéndose sobre el voluntarismo del profesorado y creemos que, gobierne quien gobierne, ya es hora de poner sobre la mesa una serie de exigencias:

  • Que se asegure la sustitución de bajas de profesorado (y no dejándolo al arbitrio de cada centro y cada equipo directivo), mediante la promulgación de las correspondientes instrucciones.

  • Que, por supuesto, se reviertan los recortes y se recuperen las plantillas perdidas en el transcurso de la última década.

  • La recuperación de contenidos no se va a satisfacer con la apertura de centros en julio, sino con una drástica reducción de ratios y la dotación de especialistas de atención a la diversidad el próximo curso. La Nueva normalidad que impone la epidemia, que puede alargarse muchos meses, aconseja establecer ratios no superiores a 15 alumnos. Esa sería una inversión de los recursos mucho más eficaz.

  • Servicios complementarios como son la limpieza o el comedor deben reforzarse, aumentar sus plantillas y mejorar sus condiciones laborales. Son infinitamente más esenciales que los gurús educativos.

  • Naturalmente, rechazamos la solución arbitrada por la Consejería, de favorecer a determinadas cadenas de comida basura, otorgándoles la atención al alumnado con beca de comedor. La labor de los docentes también implica educar en una alimentación saludable, lo que está en las antípodas de esa medida.

  • La Administración debe asegurar el acceso de la totalidad del alumnado a la Tecnología de la Comunicación y la Información. Los servicios informáticos de la Comunidad de Madrid, que tendían a colapsarse ante cualquier convocatoria de procesos administrativos, ni deben estar externalizados ni carentes de medios adecuados.

  • Si las nuevas tecnologías deben tener mayor papel en el proceso educativo, es condición imprescindible que la Consejería asegure conexión gratuita y equipos a estudiantes, familias y docentes.

  • El esfuerzo para ponerse al corriente en el funcionamiento de las plataformas virtuales debe conllevar el correspondiente reconocimiento de créditos de formación continua.

  • Como bien sabemos, las aulas son un foco de contagio importante. Se debe extremar la vigilancia y la prevención de riesgos laborales de l@s trabajador@s, tanto docentes como no docentes, máxime cuando hay un importante segmento de profesorado que sufre dolencias del aparato respiratorio o que está en un grupo de edad de mayor riesgo.

  • Se deben regular las condiciones del teletrabajo , mediante una normativa específica, impidiendo que la atención por correo o grupos de whatsapp desborden la jornada laboral.

Precisamente en estos tiempos duros, los servicios públicos de calidad son más imprescindibles.

ESCUELA PÚBLICA, DE TODOS Y PARA TODOS.

En Madrid, a 29 de abril de 2020.

LA SECRETARÍA DE STEM

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